La Granja Cinegética Albor empezó su construcción a
finales de 1989 para dedicarse en exclusividad a la
cría de Perdiz Roja.
Con una ubicación y clima excepcional para ello,
su principal interés fue conseguir en las perdices,
esa rusticidad que tienen en estado salvaje
y que tanto les falta en cautividad.
Mucho ha cambiado el panorama de esta actividad cinegética desde finales de los ochenta hasta nuestros días.
Fueron muchos los que pensaron en aquellos tiempos que este negocio era la gallina de los huevos de oro. La verdad dista mucho de ser así. Siempre he dicho que criar una perdiz de calidad es una tarea ardua difícil. Tiene que haber un equilibrio entre lo comercial y lo natural.
Criar una perdiz que obtenga el beneplácito de los cazadores y te convierta en su punto de referencia a la hora de repoblar se convierte en nuestro principal reto.
Todos los que seguimos en este apasionante mundo, desde aquellos años, lo hemos conseguido a base de tesón, seriedad y profesionalidad. Hemos estando mimando a nuestras perdices desde que nacían hasta el día en que las vendíamos, invirtiendo siempre una parte de lo que obteníamos para cada vez acercarnos más a esa perdiz arisca y tosca que todos los cazadores buscan y tan difícil era conseguir en cautividad.
Al mezclar la rusticidad del terreno con los avances tecnológicos hemos conseguido hacer unas perdices que no saben lo que es que una persona esté a su lado, no saben cómo suena el ladrido de un perro y a veces podemos incluso pensar que no tienen claro si están en libertad o no.
Nuestros clientes nos avalan. A lo largo de toda nuestra andadura la mayoría de ellos han estado a nuestro lado. Han sido el principal referente para hacer de nuestra actividad un orgullo profesional.
No somos una granja de producciones masivas. Nuestro objetivo es la calidad. Sabemos que mientras sigamos actuando así, podremos estar presentes dentro de otros veinticinco años.
Gracias a todos los que han confiado en nosotros.